domingo, 11 de diciembre de 2011

Propósito de año nuevo

Desde que empecé a pensar demasiado en política soy una persona mucho más malhumorada que antes. 

La política no me hace sentir muy grande y compleja (una especie de milagro hecho de piezas repetidas que al final ama y piensa) como cuando me comparo con un átomo o una molécula; ni tampoco me hace sentir absolutamente insignificante y prescindible (ya nada milagrosa), como cuando me da por pensar en planetas, sistemas solares y galaxias. La política, simplemente, me hace sentir impotente, decepcionada con el género humano y, sobretodo, de una soberana mala leche. Además, consigue que me cabree conmigo misma por dedicar tiempo a pensar en algo que en verdad no lo merece, y que me arrebata ocasiones de meditar acerca de otras cosas, digamos, más existenciales.

Hoy he visto en las noticias, aunque no me he enterado del todo bien, que se ha acordado en Durban prolongar el protocolo de Kioto contra las emisiones, si bien sólo lo suscriben los países que producen el 15% de las emisiones globales. También he visto que no se ha logrado acuerdo vinculante de ningún tipo (Kioto de por sí no lo era) y que, de legislarse el asunto, lo que se legisle no se empezaría a aplicar hasta el 2020. Después, una "experta" (no me ha dado tiempo a leer qué o quién era, sin gafas las cosas se complican) ha dicho que si empezamos a actuar en 2020 ya se habrá aumentado la temperatura media del planeta en 2ºC. Está descrito que este aumento supone catástrofes de todo tipo (ecológicas, sociales, alimenticias, económicas). Y los políticos tan panchos, que no pueden parar sus emisiones porque es muy importante que las fábricas de productos made in China sigan funcionando a la máxima potencia, ahora que se están haciendo los amos del mundo vendiendo artículos tan imprescindibles para la supervivencia humana como éste (en honor a Homer Simpson) y también como este otro, y casi sin ningún tipo de explotación de los empleados, que trabajan de media tan sólo 14 horas diarias.

Está claro que los políticos son un género humano que poco piensa en átomos (algunos, como Rubalcaba, Doctor en Química, debieron de pensar en su día, pero se les han olvidado) y, por tanto, están tan alejados de mi naturaleza que no sé por qué he dejado que la política me atrape con sus tentáculos viscosos.

Así que mi propósito de año nuevo es pensar menos en política y evadirme un poco más del mundo como en los viejos tiempos. No sea que yo también me acabe convirtiendo en uno de ellos y, el 2012, me levante sin recordar que cada día que mi cuerpo y el de los míos sigue funcionando sin obstáculos es un milagro de aúpa, y que cada siglo que pasa sin que el Universo nos dé un capón y nos mande a todos a tomar por saco, una especie de mano protectora misteriosa que muchas veces nuestra ignorancia y nuestra soberbia no se merecen.

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