sábado, 17 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad - Las aventuras de la abejita Novata I

Había una vez una Colmena de abejitas que producían su miel de 8 a 3. Dirigía dicha Colmena una Abeja Reina elegida por sufragio universal que se dio a conocer a las obreras en las primeras semanas de su reinado (allá por primavera, cuando la campaña del polen) y, casualmente, no había vuelto a dar señales de vida desde entonces. En su lugar, abejarrucos uniformados con traje y corbata dirigían subcolmenas poco interconectadas entre sí. De hecho, muchas abejitas de subcolmenas distintas se cruzaban por los pasillos sin zumbarse siquiera, nada de buenos días, cómo están hoy las flores, fulano, qué sol radiante, ni cosas de ésas de la más elemental educación de las relaciones humanas (perdón, abejiles). 

Y así, para la Abejita Novata (en quien centraremos esta historia), los rostros de las abejitas de otras subcolmenas distintas a la propia se mezclaban en una masa informe de rostros desconocidos, a los que era imposible ponerles nombre o función.

Sin embargo, cuando llegó la Navidad (tiempos de amor, de paz y de fraternidad), parecieron olvidarse los silencios de los pasillos y la Colmena casi al completo (más de 250 integrantes) se puso de acuerdo para celebrar un ágape de jalea y néctar a cuenta del propio bolsillo de cada insecto (28 euros, ¡vaya robo! La friolera de 7000 euros para el restaurante). Quizá por inercia, quizá por pasar un buen rato con las simpáticas y divertidas abejitas de su subcolmena (la Ultratumba), Novata decidió apuntarse al evento aún a costa de su maltrecha economía personal. Se vistió con sus mejores galas y se dirigió al lugar de la celebración un poco a la expectativa, pues Novata es de por sí tímida y ligeramente asocial (la abejita MMC, bióloga de la Ultratumba, seguramente emplearía la palabra borde). Pero descubrió, no sin cierto desconcierto y hasta con un poco de estupor, que los silencios de los pasillos seguían siendo la tónica general, que la comida tasada en 28 euros no merecía ni 14 y que la música no era, es ni será nunca el punto fuerte de la Colmena (pero por Dios, de verdad, ¿de dónde demonios salieron esas canciones? ¿Qué alma diabólica y retorcida las compuso y qué otra alma negra como el carbón se confabuló con ella para elegirlas?).

Ante semejante panorama, la tesis que empezó a cobrar fuerza en la mente de la Abejita Novata era que la Abeja Reina (que no había hecho acto de presencia), les estaba observando a través de un Ojo que Todo lo Ve y se estaba tronchando de la risa. Y no era para menos. "Mira estos pringaos, una rodajita de merluza a la plancha, cola de agua con gas y jarabe y música de funeral, ¡y tan contentos!".

Porque nuestra simpática abejita protagonista se dio cuenta dolorosamente de que se lo había pasado mucho mejor el jueves en la Ultratumba jugando al amigo invisible que en el ágape multitudinario de jalea y néctar de garrafón (éste fue el regalo que le tocó en suerte. El subtítulo del blog no tiene desperdicio y es hasta adecuado).

Así que, al concluir la noche, la Abejita Novata juró, con la mano derecha sobre los Estatutos de la Colmena y el puño izquierdo en alto, que no volvería a ir a ninguna cena de Navidad durante el resto de su vida. ¿Cumplirá su juramento? Creo que tendréis que esperar al Cuento de Navidad II para averiguarlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario